Tranvías en San Francisco, recuerdo turístico
La sola mención del nombre de la ciudad, «San Francisco«, nos trae a nuestra a nuestra mente dos imágenes claras: la de sus calles empinadas por las que literalmente «caen» los coches, y la de sus famosísimos tranvías. Ambas son el reclamo turístico de una ciudad que es más bella y elegante de lo que muchos puedan imaginarse y la más europea de cuantas ciudades hay en territorio norteamericano.
Lo curioso, para los que viajan allí, no es que se traduzca en una simple imagen llamativa, sin más, sino que es una de las sensaciones más fuertes que se puede traer de aquella ciudad, tanto el conducir un vehículo por sus calles como la de viajar de pie en el estribo de uno de esos míticos tranvías, alcanzar la cima de la cuesta y luego dejarse caer literalmente pendiente abajo. Esas imagenes, esas sensaciones, se han convertido en un fenómeno turístico que ha servido para aumentar la riqueza de una ciudad, San Francisco, ya de por sí, muy turística y cosmopolita, donde italianos, chinos, mexicanos, españoles y por supuesto, norteamericanos, comparten espacio vital.
Por supuesto, yo no pude dejar de subir a uno de esos tranvías. Mi elección, sin duda, era el más típico de ellos: la línea Powell-Hyde, línea que comienza en el mismo centro de la ciudad para marchar rumbo a Fisherman’s Wharf, la zona más marítima de la ciudad, atravesando zonas como la de la famosa calle Lombard (empinada y zigzagueante calle que en tantos anuncios y películas hemos visto), y ofreciendo hermosas vistas de la bahía con la prisión de Alcatraz al fondo.
Una curiosidad que deberéis tener en cuenta es que si váis a tomar este tránvía en cualquiera de las dos paradas, comienzo y final de trayecto, deberéis estar con suficiente tiempo de antelación, pues las colas de turistas se agolpan dispuestos a tomar fotos de ese momento en que el tranvía se sitúa sobre el plato giratorio, el conductor se baja, y manualmente, gira el tranvía sobre el plato para así hacer el camino de vuelta en la dirección contraria a la que había traído. Es un instante típico en la vida de San Francisco.
A muchos os parecerá curioso el hecho de que un transporte haya adquirido esa fama e importancia, pero es un reconocimiento que se ha ganado a pulso durante años y que incluso le ha valido el que haya sido nombrado Patrimonio Histórico Nacional de Estados Unidos y que incluso aparezca en sellos de tirada nacional de aquel país. Tam familiares resultan, y tanto se les quiere allí, que podréis ver tranvías por todos lados: en pósters, en cuadros, en figuras, en llaveros y hasta en manteles o paños de cocina. Es más, cuando en 1947 el gobierno estaodunidense intentó retirarlos por su escasa rentabilidad en aquel entonces, hubo toda una campaña local que movilizó a toda la ciudad, y tanto fue su éxito, que Estados Unidos hubo de desistir de su intento de quitarlo.
Al final, en el año 1981, incluso, invirtieron 65 millones de dólares para modernizarlo, y durante los 21 meses que el servicio estuvo sin funcionar, se estimó que las pérdidas de los negocios situados en Fisherman’s Wharf y en su no menos famoso muelle Pier 39, aumentaron en un 15% como consecuencia de la pérdida de afluencia de turistas. La cuestión es que ahora, los tranvías mueven en San Francisco un tráfico de más de 12 millones de pasajeros al año.
Además de la mencionada línea Powell-Hyde, hay otras dos líneas: la California, y la Mason-Tylor, que cubren la casi práctica totalidad de la ciudad. En total, suman hasta 30 tranvías y 25 kms. la red viaria de tranvías de San Francisco.
El primer tranvía data del año 1873. Eran de cable por aquel entonces, y 19 años después, en 1892, empezaron a colocarse algunos eléctricos; sin embargo, jamás se pudo sustituir el encanto que hasta hoy se conserva de los cable cars o tranvías de cable.
Hoy podemos darnos el placer de viajar en uno de ellos por unos 5 dólares el trayecto, y funcionan todos los días de la semana, desde las 6 de la mañana hasta las 1 de la madrugada.
Aquí os dejo con el mapa de las diferentes líneas de tranvías:
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