La Alhambra de Granada, Historia y Arte
Hace calor en Granada. El pulso se me acelera. Quizás sea la visita a la Alhambra que estoy a punto de hacer, quizás la empinada cuesta de los Gómerez que ahora mismo estoy subiendo y que es la más conocida vía de acceso al que para mí es el más bello monumento que tenemos en España. Es Historia, es Arte, es pura belleza la que se dibuja al fondo. La silueta de una fortaleza nacida para ser eterna, para dominar con altivez a una ciudad rendida a sus pies, desde su colina, la de la Sabika, desde donde entre castaños y avellanos, entre olmos y abedules, acoge a los miles de turistas que cada año anhelan visitarla e inscribir en su memoria y en sus recuerdos uno de los momentos más mágicos que cualquier viajero podría desear.
Agacho la cabeza, cansado pero expectante, mientras mis recuerdos se trasladan a lo que aprendí de ella, a aquel año de 1.238, cuando el rey Muhamad I decidió construir semejante maravilla. En ella, piedra por piedra, dejó toda la poesía de una civilización rica en su cultura. Grandes años aquéllos que pudieron vivir, en que España era el centro del mundo, de todos los sabios y cultos que buscaban refugiarse al Sol de Granada o al de Córdoba para disertar, para prender, para discurrir e idear, y por suerte para nosotros, para dejar su huella por siempre…
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