Poco monumentos en el mundo causa el respeto que produce la simple presencia de las pirámides de Egipto. Símbolos de la grandeza de un gran imperio, recuerdo eterno de una civilización pasada, muestra del poder y la soberbia faraónica, Gizeh parece el lugar elegido por los dioses para dibujar sobre la Tierra su mapa cósmico. No en vano estas pirámides marcaron el tránsito a una vida más allá de la propia vida terrenal; no en balde fueron las construcciones elegidas por aquellos grandes faraones como si, extraidas de su propia espiritualidad, simbolizaran las escaleras que necesitarían para alcanzar el cielo.
Muchos misterios se han encerrado tras su construcción; muchos símbolos se han creido ver en sus formas perfectas; muchos nexos entre lo material y lo metafísico. Pero en suma, por encima de todo lo que nuestra fé, nuestras creencias, o lo que nuestra imaginación quiera dibujar en nuestro interior, queda la silueta de unos monumentos eternos, capaces por sí sólos de vencer al tiempo y ser testigos mudos de siglos de Historia.
Gizeh es una gran explanada que se encuentra en los alrededores de El Cairo, la capital de Egipto. Casi dos mil metros cuadrados de terreno arenoso donde se levanta majestuosa la necrópolis, y donde esperan pacientes la visita de miles de turistas, no sólo las tres pirámides más famosas del mundo, la de Keops, Kefrén y Micerinos, sino también la de las reinas y, sobre todo, la esbelta figura de la gran Esfinge…
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