Monsanto, con historia templaria
Apenas salimos de España cruzando hacia Portugal, a unos 140 km al norte de Cáceres, nos topamos con un pintoresco pueblo llamado Monsanto. No es fácil llegar hasta aquí ya que no hay transporte público y solo vale la carretera, pero es un lugar que hay que conocer. Es estupendo, casi mágico, con sus casas de piedra y techos anaranjados, el viento que sopla, musgo verde sobre la roca y calles empinadas y estrechas que se funden con las piedras de la misma montaña. Es uno de los mejores pueblos medievales de toda Portugal y la verdad es que si te gustan este tipo de sitios o estás pensando en escribir un poco de fantasía medieval… debes conocer Monsanto.
A sus pies está se extiende un verde valle y el clima suave permite cultivar árboles de naranjas y huertas hasta que las montañas vuelven a elevarse más allá, recortando de nuevo la vista. Es un pueblo para recorrer a pie y dejarse perder por las calles, subir y bajar por la ladera de la montaña e imaginar su historia. Las casas son antiguas, algunas con portales manuelinos y otras aprovechan una enorme piedra como techo, y lo cierto es que caminar por aquí es increíble.
En el siglo XII Alfonso Henriques donó el pueblo, conquistado a los moros, a la famosa y misteriosa Orden de los Templarios y entonces su Mestre en Portugal, Gualdim Pais, mandó a construir el correspondiente castillo. Este castillo está en lo alto de la montaña y tiene una vista maravillosa de toda la región. Aquí hay además una iglesia y numerosas tumbas excavadas en la roca donde se sepultaban a los caballeros en tiempos de la reconquista española de tierras ocupadas por los moros.
Dentro de la ciudad de Monsanto nos atrae la Iglesia Mayor construida en el siglo XV, el monumento a la Picota sobre la Rua da Chapela y la pintoresca Pousada de Monsanto, el lugar donde se hospedaban los mercaderes portugueses que cruzaban a España. Hay varias plazoletas y otras iglesias, todas de piedra, un poco sombrías pero atractivas, y las calles nos llevan a otros lugares importantes como la Fuente do ferreiro, la Torre del Reloj de la Misericordia o la Capilla de San Antonio.
Una ciudad construida así sobre las paredes de una montaña tiene muchos miradores y uno de ellos es un balcón abierto al valle que se conoce con el nombre de Mirador de Monsanto. Está camino al Castillo, donde además de las tumbas llama la atención su estructura irregular que sigue al caprichoso terreno. Dentro, está la Iglesia de Maria do Castelo donde todos los meses de mayo se celebra la Fiesta de la Santa Cruz o Fiesta de las Cruces, el día en que la aldea conmemora la resistencia contra los romanos en el siglo II a.C.
Aquí arriba hay para ver un par de capillas más y también podemos quedarnos contemplando el paisaje antes de descender nuevamente para terminar de recorrer este pueblo que ha sido votado como el pueblo más portugués de Portugal.
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