Escapada a Mafra y su impactante Palacio

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Mafra, en Portugal, es uno de los 15 distritos que forman parte de Lisboa y uno de los nueve del área metropolitana. Es un lugar increíble, con su gigantesco convento, el puerto, las bellas playas y sus historias de reyes y reinas, promesas y creencias. Sus diecisiete aldeas albergan impactantes bellezas naturales y culturales, y recorrerlas es realizar un viaje desde el presente hasta la más remota antigüedad.

Hay muchísimo para ver y hacer en Mafra. Estamos en la antigua Mafara o Mafora; las excavaciones arqueológicas han revelado la presencia humana desde 7000 años antes de nuestra era, como en la actual Parroquia de la Encarnación, considerada una de las más antiguas con presencia humana. De hecho, toda la región está poblada de vestigios prehistóricos, como el Penedo Lexim, uno de los puntos clave, con los dólmenes de Cheleiros o las tumbas colectivas de Serra do Socorro y Titu.

Más adelante fue un pueblo fortificado, como se puede ver en la Rua das Tecedeiras, donde se encuentran partes de la muralla.  Por aquí, por la ciudad vieja, comienza nuestro recorrido: es delimitada por las calles Coronel Brito Gorjão, Tecedeiras, el Palacio del Marqués de Ponte de Lima y al norte por la Rua Mafra detrás del castillo. En 1717 Mafra se limitaba unas pocas casas a unos cientos de metros del Convento. Aquí se encuentra la Iglesia de San Andrés, uno de los templos más antiguos y del que aún no se ha podido determinar su verdadera altura y fecha de construcción; se cree que puede haber sido anterior o contemporánea del dominio musulmán o quizás se haya construido en el siglo XIV… ya que en las proximidades se descubrieron unas tumbas de piedra de esa época.

La visita obligada en Mafra es el Palacio Nacional. Su construcción fue ordenada en 1711 por Juan V, y es una obra maestra del barroco portugués; tiene 666 habitaciones, entre las que se destaca la Biblioteca, única en Portugal, la Basílica y el famoso carillón. Es uno de los monumentos más imponentes del país y sorprende al visitante con su proyección y magnificencia.

La construcción del monasterio comenzó en 1717; inicialmente proyectado para trece monjes, pasó a ser un palacio-monasterio para más de trescientos. Su construcción duró trece años, y durante todo ese tiempo los obreros, maestros, médicos y monjes se alojaron en un pueblo que luego se conoció como la Isla de Madeira. En 1730, era difícil encontrar en cualquier lugar de Portugal un carpintero o un cubo de cal: todo estaba destinado al monasterio de Mafra.

Excepto la piedra, todo lo demás fue importado de países europeos y pagado con oro de Brasil. La Basílica fue consagrada el 22 de octubre de 1730, en una ceremonia de la que participaron 20000 visitantes y 45000 trabajadores, en una fiesta que duró ocho días y en la que, por primera vez, se escucharon las campanas.

Los dos campanarios tienen ciento catorce campanas cada uno y además alberga seis órganos únicos en el mundo, esculturas de los principales maestros italianos y una biblioteca con más de 40.000 volúmenes encuadernados en cuero y oro. El coto de caza del rey, Tapada de Mafra Real, es actualmente una reserva natural.

Para descansar de tanta magnificencia, lo mejor es acercarse a las playas de Ericeira; la ciudad antigua, encaramada en lo alto de un acantilado, frente al mar, es un antiguo pueblo de pescadores que conserva sus tradiciones, aunque en verano se transforma en un lugar muy turístico.

También pueden recorrer la región rural, con su animada feria de los jueves por la mañana, donde se exhibe la “Ciudad de alcornoque”, una aldea en miniatura con todos los detalles.

Es muy fácil llegar a Mafra ya que está a sólo 45 minutos de viaje de Lisboa. Si la idea es quedarse, encontrarán alojamiento y restaurantes para todos los gustos y presupuestos. Los visitantes no querrán dejar Mafra sin llevar de recuerdo una pieza de la famosa cerámicas rojas, con reminiscencias celtas, vidriadas, transparentes y decoradas en amarillo, verde o marrón.

Foto: Wiki Commons

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