Marajó, playas, bosques, alegría y color

Isla de Marajo

La isla de Marajó es la principal y la más grande de las tres mil que forman el Archipiélago de Marajó, situado en la desembocadura del río Amazonas, en el estado de Pará, en Brasil.

Rodeada por el Océano Atlántico y por los ríos Amazonas y Pará, la isla de Marajó es uno de los escenarios del fenómeno conocido como “pororoca”, olas gigantescas y estruendosas que suelen producirse al mezclarse las aguas del océano con las fluviales. El lado este de la isla es una sabana, y por el oeste la cubren densos bosques. Entre enero y mayo llueve intensamente y gran parte de la isla se inunda; esto favorece la cría de búfalos, una de las riquezas de la región, y que es el símbolo de Marajó.

La isla de Marajó atrae a turistas de todo el mundo por la diversidad de su fauna y flora, por la belleza de sus playas, por la alegría contagiosa de sus ritmos musicales, como el carimbó y el lundu, y por la originalidad y calidad de la cerámica local. La mejor época para visitar la isla es de junio a diciembre, cuando el tiempo es seco y los paseos se hacen más accesibles.

Las principales ciudades, y las preferidas por los turistas, son Soure y Salvaterra; en las dos hay festivales de Cuadrillas y de Boi Bumbá cada año, en la segunda quincena de junio, y además, en Soure, se realiza en noviembre la Fiesta de Nuestra Señora de Nazaret. Los visitantes disfrutan enormemente de estas fiestas populares, de gran colorido y animación.

En los campos de Marajó se pueden avistar fácilmente las aves de la región: guaras, patos serruchos, garzas y jabirúes o cigüeñas; también se observan pacas, agutíes y yacarés. En los bosques abundan las palmas manacas o asaí. Como la vegetación está entremezclada con el agua se hace difícil la intervención del hombre, y ello ayuda a mantener preservada la flora regional. Las playas varían según la estación; durante seis meses son de agua dulce, cuando las aguas del río Amazonas invaden los ríos, arroyos y brazos de mar, y durante seis meses son de agua salada, cuando el océano penetra por los ríos.

Lo más característico de la cultura de la isla es su cerámica, arte heredado de los primitivos ocupantes de la región. Hay piezas originales de gran antigüedad que se pueden ver en los museos, y réplicas modernas que se pueden adquirir en diversos locales.

Una buena opción para conocer de cerca la cultura, la fauna y la flora de la región es hospedarse en una de las fincas adaptadas para alojar a turistas. Allí, el visitante puede realizar paseos en jeeps, barcos o caballos, conocer los pequeños ríos, las marismas, los pastizales y las florestas.

Foto: Jandir Klering

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